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martes, 22 de julio de 2014

HISTORIA DE UN ADIOS INESPERADO AL AMOR DE MI VIDA, MAS QUE UN ADIOS... ES UN HASTA SIEMPRE. SEGUNDA PARTE Y FINAL...IMÁGENES LINDAS DE AMOR.


Yo iba enojado con todo mundo, por lo que preferí no decirle nada. Era de noche y no sabía ni siquiera el rumbo que llevaba, me descuidé un segundo y no miré el letrero de desviación. En unos segundos, el carro se fue para abajo, yo salí por la ventana y quedé inconsciente. Desde ahí no recuerdo nada.
Fue ahí cuando desperté, el efecto del sedante había pasado, me sentía muy culpable. Desperté alterado y nostálgico pues hoy era 31 de agosto y pensar que en unos días atrás le pediría matrimonio a la chica que en verdad amaba me causaba nostalgia.
Ahora ya había recordado exactamente todo, así que llamé a la enfermera y le dije:
Disculpe ¿Y mi saco? El saco que venía en el carro, ¿dónde está?
Ella me respondió que después del accidente el saco había salido volando y que mis padres lo tenían así que me tranquilicé un poco y le pregunté:
¿Dónde están mis padres?
La señora vino en la mañana pero se fue porque usted estaba dormido y su padre está en la cafetería.
 Por favor, avísele.
La enfermera me miró, movió su cabeza afirmativamente, me sonrío y se fue. Pasaron unos minutos cuando vi entrar a mi padre por la puerta y me dijo:
¿Cómo estás campeón?
Le contesté con sarcasmo y altanería:
Muy bien, ¿mi novia murió y me preguntas cómo estoy?
Me quedé callado y en segundos reaccioné, me di cuenta que no era para ponerme así, en verdad le importaba a mi padre.
Lo lamento papá, por mi culpa pasaron las cosas, si no hubiera salido enojado, Jazmín estaría aquí y estaríamos comprometidos
Sentí un nudo en la garganta y guardé silencio.
Hijo, yo no debí tratarte así, te pido perdón y siento mucho la muerte de esa chica.
Me dio un abrazo y me sollozó en el oído “estoy contigo”. Derramé lágrimas en el hombro de mi padre y le dije:
En el carro venia mi saco, ¿dónde está?
Lo tengo en el carro, los policías me lo dieron, ¿para qué lo quieres?
Recordé que Jazmín me dijo que ahí había una carta, quiero leerla.
Ahora te lo traigo
Se salió del cuarto y como en diez minutos regresó, me dio el saco y el llavero donde estaba nuestra foto de hace dos años, tomé el llavero en la palma de mi mano, miré nuestra foto y lloré. Traté de ser fuerte, me sequé las lágrimas, ahí estaba la carta, la última que me escribió. Mi padre salió dándome un poco de privacidad. Al abrir la carta sentí un enorme nudo en la garganta y empecé a leer.

«Eduardo:
Quiero que sepas que en este momento estoy en tu carro esperando a que salgas de hablar con tu padre. Estoy un poco aburrida, y no sé por qué pero me salió decirte estas palabras: han pasado dos años desde que andamos juntos, ya casi tres y le agradezco a la vida el haberte puesto en mi camino. Gracias porque me has sacado siempre una sonrisa y porque me has aceptado así como soy, dirás que soy cursi o exagerada pero tengo un mal presentimiento, como si algo me fuese a pasar. Espero que no y que cuando leas esto yo esté bien y riéndome de mi tontería contigo, pero si algo me llega a pasar quiero que seas fuerte, que sigas con tu vida y que me recuerdes como la persona que te quiso infinitamente y que trató de alegrarte tus días. Sigue con tu vida y se feliz, por favor, que yo sé que si la vida nos separa nos volveremos a ver porque lo que sentimos los dos es algo más duradero que un “hasta siempre”.
Te quiere, Jazmín».
Al terminar de leer esas palabras, no lo pude evitar y rompí en llanto. Mirando el llavero me arrepentía de no haberle dicho cuando ella me lo dijo “te amo”. Hoy tenía que ser fuerte y seguir con mi vida, estrujé la carta sobre mi pecho al igual que mi llavero y recordé la sonrisa y mirada de la chica que más amé.
Pasaron dos días cuando por fin me dieron de alta. Fueron mis padres, los padres de Jazmín y mis amigos a recogerme. Al salir del hospital pedí ir al cementerio al lugar donde se encontraba enterrada y al estar ahí le dejé una rosa roja y le dije:
«Hoy me siento tan culpable de tu muerte que no sé si podré superarlo. Si no hubiera sido por mi berrinche hoy estarías aquí conmigo, te pido perdón donde quiera que estés, tú sabes que te amé como a nadie, hoy te dejo ir para que descanses en paz pero nunca te voy a olvidar, cumpliré lo que me pediste seguiré con mi vida, pero algún día estaremos de nuevo juntos y entonces nadie nos separará».

Su madre se acercó a mí y me dijo.
Cuando encontraron a mi hija inconsciente en el carro tenía en la mano este llavero.
Era el llavero que yo le había dado. La señora derramó lágrimas, al igual que yo lo estaba haciendo, me abrazó y se alejó.

Me agaché ante la tumba y le dejé sobre ella el llavero, le di un beso, me sequé las lágrimas, me paré y me fui a tratar de seguir con mi vida, tal y como Jazmín me lo había pedido, pero sabiendo que sería difícil, pues lo único que me consolaba era que nuestro adiós no era para siempre, porque esto era más duradero que un “hasta siempre”.

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